La llegada de Almiron como nuevo entrenador de Boca trajo consigo un nuevo paradigma al equipo, la devolución de una idea de juego y una nueva forma de pensar sobre el cual los jugadores comienzan a hacerse protagonistas y sentirse parte.
Entre ellos, uno de los que más destaca por su retorno a la titularidad y, sobre todo, con un lugar valioso es Cristian Medina. El volante surgido en la cantera, actualmente el segundo jugador de la Era Riquelme con más partidos en Primera- lo antecede Varela que terminó superando en un tramo que no fue tenido en cuenta- es uno de los jugadores irremplazables para Almirón.
Y es que si bien no ha empezado disputando muchos minutos (solo 4/14 partidos de titular en LPF y entrando en dos de Libertadores) es el futbolista que más pudo interferir en el juego del equipo ya sea jugando en su posición natural, como volante derecho, o en diferentes sectores de la cancha, de volante lateral en línea de cuatro y hasta como único volante central.
Para comprender las razones de su influencia en el equipo solo basta observarlo en la cancha, sobre todo cuando la pelota no está en sus pies (aunque maravilla verlo en posesión), sino la manera en que se desplaza por el terreno y va descubriendo nuevos espacios para ocupar, para ofrecerse como opción de pase y ser apoyo del que lleve la pelota para salir limpio ante una presión.
Como volante central le tocó cumplir con varias tareas diferentes a las habituales que desarrolla, sobre todo a nivel defensivo, aunque sin perder sus virtudes y peso en la fase ofensiva y a Boca le calzó perfecto en lo que parecía hace tiempo buscar y con los diferentes entrenadores no lograba encaminarlo a largo plazo o si quiera mantenerlo en la consecución de partidos.
Aguantó la pelota, recibió y resolvió con serenidad; ogró darle a Boca lo que necesitaba: control del partido desde la tenencia y las posesiones largas. Con dinámica asociativa y la dificultad que propone al rival marcarlo 1v2 ya que usa su cuerpo para esconder la pelota, poniéndose de espaldas, atrayendo a la marca a saltarle y girandoló hacia su perfil débil para salir con pelota dominada y el campo de frente, sea para dar continuidad al juego o salir de la presión.
Su buena interpretación del juego hizo que no le resulte difícil cumplir el rol defensivo de ser volante central, tomándole el tiempo a los atacantes rivales en el 1v1 y llevándolos hacia afuera para reducir el panorama de resolución y obligando al pase atrás.
Temporiza el juego en ambas fases, y lo que para otros jugadores es un exceso de tenencia individual, para él es la solución a ganar calidad en los ataques, encontrar una mejor respuesta y no la más rápida, a cuidar cada posesión y ganar control en el partido, al mismo tiempo que reduce al rival y lo lleva a la desesperación.
Su aparición es el cambio del paradigma “jugar a lo Boca” y todo lo que ello representó sobre todo en los últimos años. Organizó al equipo en cada salida y retroceso, se lo noto con mucha personalidad para ir ordenando donde replegar, donde jugar.
A los jugadores no solo hay que verlos por su rendimiento sino también en como eso es (o no) un aporte para el equipo, y Medina reparó los problemas que Boca arrastra hace tiempo; le dio paciencia y calidad para construir desde el fondo, acercándose a la pelota- y no esperando que le llegue- para sumar pases de calidad.
Toma riesgos que ninguno de los demás se anima, es aventurero y tiene lo que los otros no; atrevimiento para pedirla, hacerse cargo del juego y querer defenderse y tomar el control con la pelota y no desde los espacios.
Entre tanta verticalidad desde las características de los jugadores (Villa, Advincula, Fabra, Payero) Medina marca la diferencia haciendo lo contrario, jugando lento y retrasando la llegada al área, pero no como defecto sino para hacerlo más productivo, con mayor ventaja.
Buscando el pase con un sentido, generar movilidad y visualizar los posibles receptores que se abren por delante tras la basculación o respuesta del equipo rival. Fomenta posesiones largas y asegura la tenencia para controlar el partido.
Desde la llegada de Almiron y su nuevo rol, se percibió su mejor lugar en la cancha y como puede hacer más daño en los primeros metros que en zona de finalización. Y si bien tal vez le falta impacto en el resultado, su interferencia en el juego es de un grado alto para cambiar el desarrollo y (posiblemente) en consecuencia, el resultado; o, lo que es más importante, los resultados a largo plazo y la consolidación de una idea de juego.
Tw: Belgrillo_